Para mis pares, los adultos: Reflexiones de un juez de menores


Emilio Calatayud Pérez, es Juez de Menores en Granada, España, y es famoso por sus sentencias curiosas, ejemplares y basadas en la educación más que en el mero castigo:

Como condenar a aprender a leer y escribir, y a terminar estudios abandonados. Impartir de clases de informática a estudiantes a un joven que habían hackeado varias empresas. Realizar  servicios a la comunidad patrullando junto a un policía local por haber conducido temerariamente y sin permiso. Dibujar un cómic de 15 páginas, en el que cuenta la causa por la que le

condenaban. Visitar el servicio de traumatología del Hospital Granada por conducir un ciclomotor sin seguro. Para un joven que circulaba borracho, visitar durante un día entero a parapléjicos, hablar con ellos y sus familias para elaborar más tarde una redacción. Trabajar con los bomberos por haber quemado papeleras. Trabajar en un centro de rehabilitación por haber acosado de una anciana. Trabajar en una tienda de juguetes por haber robado ropa.

El éxito de las sentencias dictadas por Calatayud lo demuestran las cifras: en Granada, la delincuencia se ha reducido un 8%. Y el 90% de los menores condenados a estudiar, o a terminar los estudios lo han conseguido; Asimismo, jóvenes condenados a asistir a hospitales se han convertido en voluntarios.

Pero también ha podido verificar que ya no sólo cometen delitos los chicos de clases marginales sino también cometen delitos gente normal y gente media, a veces por llamar la atención.

En su libro “Reflexiones de un juez de menores”, publicó el siguiente decálogo sobreeducar a nuestros hijos con riesgo de crear un delincuente.

1.    Comience desde la infancia dando a su hijo todo lo que pida. Así crecerá convencido de que el mundo entero le pertenece.

2.    No se preocupe por su educación ética o espiritual. Espere a que alcance la mayoría de edad para que pueda decidir libremente.

3.    Cuando diga palabrotas, festéjeselas. Esto lo animará a hacer cosas más graciosas.

4.    No le regañe ni le diga que está mal algo de lo que hace. Podría crearle complejos de culpabilidad.

5.    Recoja todo lo que él deja tirado: libros, zapatos, ropa, juguetes. Así se acostumbrará a cargar la responsabilidad sobre los demás.

6.    Déjele leer todo lo que caiga en sus manos. Cuide de que sus platos, cubiertos y vasos estén esterilizados, pero no de que su mente se llene de basura.

7.    Riña a menudo con su cónyuge en presencia del niño, así a él no le dolerá demasiado el día en que la familia, quizá por su propia conducta, quede destrozada para siempre.

8.    Dele todo el dinero que quiera gastar. No vaya a sospechar que para disponer del mismo es necesario trabajar.

9.    Satisfaga todos sus deseos, apetitos, comodidades y placeres. El sacrificio y la austeridad podrían producirle frustraciones.

10.    Póngase de su parte en cualquier conflicto que tenga con sus profesores y vecinos. Piense que todos ellos tienen prejuicios contra su hijo y que de verdad quieren fastidiarlo.

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Una respuesta a Para mis pares, los adultos: Reflexiones de un juez de menores

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